Sobre el mal llamado “Conflicto Mapuche”
A la luz del actual panorama político por el que transita la sociedad de este lado del sur del mundo, nos parece pertinente poner en cuestión el mal llamado “conflicto Mapuche” por tratarse más bien del conflicto del Estado chileno y agentes privados nacionales y transnacionales con el pueblo Mapuche en resistencia. Esta situación la entenderemos como un conflicto territorial.
El conflicto territorial es un desacuerdo, un choque de distintas visiones respecto del uso del territorio y sus recursos (ya sean el agua, la tierra, los bosques, el mar). Este conflicto se manifiesta a través de los actores que están involucrados en el territorio: el Estado como agente regulador, el mercado como mecanismo de articulación y las comunidades locales como sujetos receptores de políticas e inversiones.
En términos simples, el conflicto territorial se produce cuando grupos de poder hegemónicos organizan el espacio en función de su modelo de desarrollo (extractivista), y en esa acción desarticula otros modos de vida locales que no necesariamente comparten la misma visión de desarrollo. Este proceso puede ser entendido como desterritorialización.
La desterritorialización es una manera de referirse al despojo o usurpación del territorio por parte de agentes externos a los pueblos o comunidades locales históricamente arraigadas a la tierra. En la acción, representa la imposición de un modelo de desarrollo (en este caso capitalista – occidental) donde los pueblos son despojados de su capacidad de decidir bajo sus propias lógicas y su cosmovisión. Hablamos, por ejemplo, de la forma en que se relacionarán con la madre tierra (Ñuke Mapu). En concreto, el Estado chileno y los consorcios empresariales son los agentes desterritorializadores de la realidad local Mapuche.
Sin embargo, el panorama se vuelve aún más complejo si consideramos que el pueblo Mapuche está en un proceso contrario, el de reterritorialización. Son cada vez más las comunidades de las distintas identidades territoriales que conforman el pueblo Mapuche las que están en un proceso de recuperación de lo que representa el ser gente de la tierra. Este proceso se manifiesta en la recuperación de la lengua, del Kimun, y de la tierra, como partes componentes de una gran lucha tendiente a mantener viva la cultura y la forma de vida de un pueblo que quiere SER y EXISTIR.
Para dimensionar en parte el concepto de territorio Mapuche, las palabras de un Logko de la identidad territorial Bafkehche son pertinentes “…cada espacio geográfico en una dimensión territorial está supeditado a una fuerza que es superior a nosotros, que no tenemos que atropellar o pasar por alto, sino que vivir y convivir con esa diversidad con respeto a los elementos de la naturaleza. Si nosotros como seres humanos no respetamos una planta, una hierba medicinal, estamos atentando a nosotros mismos…”
En concreto, el conflicto territorial entre el Estado chileno y el pueblo Mapuche se manifiesta en una zona particular del Waj Mapu, el Gulu Mapu que corresponde administrativamente a las regiones del Bio-Bio, Araucanía, Los Ríos y Los Lagos.
El concepto de desterritorialización se materializa por la presencia del Estado chileno como agente regulador de los territorios y del mercado como mecanismo de articulación del espacio. Recordemos que al tradicional destino triguero y forestal con el que se especializó la producción de esta zona luego de su ocupación durante el siglo XIX y XX, actualmente habría que agregar las explotaciones mineras en Lleu-Lleu, la producción salmonera en Melipeuco, la instalación de plantas de celulosa en Mininco, la contaminación del mar en Mehuin, la generación de energía eléctrica en Ralco y la generación de energía geotérmica en Sollipulli, solo por mencionar algunos ejemplos. Todas, en beneficio de las mismas corporaciones que realizan tales explotaciones.
Por otra parte, el concepto de reterritorialización se enmarca dentro de un proceso de lucha. “… Somos un pueblo que ha resistido muchos siglos por lo tanto el llamado es que nuestra gente asuma su ser y su identidad íntegramente y que luchemos por nuestros derechos fundamentales como el derecho a la vida y al territorio. Es una visión, una forma de vida la que defendemos y no podemos dejarla morir…” es el mensaje de un Peñi a su pueblo.
Desde nuestra posición, hacemos un llamado a las esferas del conocimiento formal y la academia a involucrarnos en el debate. No sorprende el silencio de nuestro período, puesto nos desenvolvemos en un sistema donde los actores de la educación y la investigación científica no se arriesgan ante las lógicas mercantiles de la educación chilena. Por esto debemos retomar lo político dentro de la academia y de la investigación, sin omisiones arbitrarias, entendiendo lo político como parte indisoluble de la investigación social. Y desde la Geografía, nos debemos una propia reflexión tanto en ámbitos académicos como profesionales, donde los conflictos territoriales no sean vistos como una variable a ‘gestionar’ por los “especialistas del territorio”, sino comprender que hay vidas y acciones concretas que buscan la transformación del territorio en condiciones desiguales de poder.
Persisten en la disciplina geográfica los duros resabios de la Dictadura y su invisibilización en el actual período neoliberal. Tanto en la escuela, en la universidad, como en la sociedad en general, la Geografía ha sido desmantelada. Proponemos una Geografía en Chile que se preocupe por el conflicto territorial entre Estado, empresas y comunidades Mapuche. Una disciplina que defina un ámbito investigativo desde los problemas sociales y las tensiones territoriales, donde el compromiso político no sea un agregado ideológico, sino parte de la misma acción de investigar y transformar.
Colectivo de Geografía Crítica Gladys Armijo